Efectos protectores contra enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas e incluso contra distintos tipos de cáncer son algunos de los beneficios atribuidos a la dieta mediterránea. El último de ellos, asociado al envejecimiento, lo ha aportado el estudio europeo sobre dieta, cáncer y salud, que se enmarca en el proyecto European Prospective Investigation into cancer and nutrition (EPIC).
El estudio EPIC se inició en 1992 y se está realizando en 10 países europeos (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Holanda, Italia, Noruega, Reino Unido y Suecia). Antonia Trichopoulou y Dimitrios Trichopoulos, del Departamento de Higiene y Epidemiología de la Universidad de Atenas y coordinadores del estudio, aseguran que el amplio rasgo de distribución geográfica proporciona población con una gran variabilidad de consumo y de hábitos alimentarios: dieta mediterránea de Grecia, el sur de Italia y España y patrones dietéticos del norte de Europa.
Coordinado también por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, en sus siglas inglesas), en Lyon, en el estudio los expertos han evaluado la relación entre las pautas alimenticias y los tumores en diez países, en un total de 75.000 personas sanas mayores de 60 años, de las cuales 35.000 han sido españolas. El seguimiento de la dieta ha permitido concluir que las personas que han seguido una dieta mediterránea envejecían más tarde. Para los autores del estudio, el seguimiento de una «dieta mediterránea basada en frutas, verduras y grasas insaturadas está asociado a una esperanza de vida significativamente mayor».
Considerada como uno de los términos nutricionales más difundidos entre la comunidad científica, la dieta mediterránea va nutriéndose cada vez más de ensayos clínicos que demuestran la eficacia de esta alimentación rica en ácido a-linolénico, efectiva sobre todo en la prevención de la enfermedad cardiovascular, según el ensayo Lyaon Diet Heart Study y el Indo-Mediterranean Diet Heart Study.
Hace un año, un total de 200 centros de salud de Barcelona, Madrid, Valencia, Reus, Málaga, Sevilla, Baleares y Vitoria empezaban una laboriosa tarea, que se concretaba en Predimed, un macroensayo de intervención primaria cuyo objetivo es analizar, en un periodo de tres a cinco años, los efectos de la dieta sobre 12.150 personas con alto riesgo de enfermedad cardiovascular. Ahora, el proyecto ha sacado a la luz las primeras pruebas científicas sobre el verdadero efecto cardioprotector de la dieta mediterránea.
Según estas primeras conclusiones, seguir una dieta mediterránea con un suplemento de aceite de oliva virgen (unas tres cucharadas soperas al día) incrementa, según los expertos, la fracción HDL del colesterol, el denominado colesterol bueno, que protege contra la arteriosclerosis. Si además de este alimento se añaden los frutos secos (30 gramos diarios), la reducción de la inflamación vascular es bastante significativa.
El estudio, que coordina Ramon Estruch, del hospital Clínico de Barcelona, entre otros expertos, se enmarca en la Red Temática sobre Nutrición y Enfermedad Cardiovascular promovida por el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, cuyo objetivo es precisamente obtener evidencias científicas sobre el efecto protector para el sistema cardiovascular que varios estudios han atribuido al vino tinto, otro de los componentes de la dieta mediterránea.
Para la mayoría de los expertos en nutrición, la dieta mediterránea constituye algo más que un simple régimen o un programa dietético específico. En muchos casos se habla de un conjunto de hábitos alimentarios que siguen tradicionalmente los habitantes de las regiones mediterráneas. Unos 16 países rodean el mar Mediterráneo, y cada uno de ellos adopta unos hábitos determinados en función de factores externos.
Todos ellos comparten, sin embargo, características comunes que podrían resumirse en un elevado consumo de frutas, verduras, patatas, legumbres, frutos secos, semillas, pan y otros cereales; el uso de aceite de oliva para cocinar y aliñar; cantidades moderadas de pescado y poca carne; consumo moderado de vino; optar por productos frescos, locales y de temporada y seguir un estilo de vida activo.
El aceite de oliva es considerado como una fuente rica en grasa monoinsaturada, que protege de las afecciones cardíacas, y como fuente de antioxidantes, como la vitamina E. El tomate, también presente en la dieta mediterránea es, según los expertos, una fuente fundamental de antioxidantes como el licopeno.
A pesar de todos estos beneficios, parece que seguir las pautas de una dieta mediterránea se enfrenta actualmente a ciertos obstáculos procedentes, sobre todo, de «los cambios sociológicos», que impiden que la gente pueda dedicarse a cocinar y a mantener la «dieta tradicional», confirma Lluís Serra, presidente de la Fundación para el Desarrollo de la Dieta Mediterránea (FDDM), fundada en 1996 con el objetivo de preservar este modelo alimentario.
Fuente. Eroski Consumer.
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